martes, 15 de junio de 2010

“La casa de Andrea”
Desde la ventana, con la mirada perdida en el horizonte y una neblina gris otoñal cubriendo la ciudad, no pienso en nada. Intento que alguna idea buena, positiva, que un rayo de sol ilumine mi mañana, pero parece que hoy todo está en mi contra.
Sé lo que me oprime el pecho y soy incapaz de arrancarlo, soy incapaz de ver más allá de mi dolor. Sé que hay cosas positivas en todo lo que me está pasando, pero no las veo. Sólo veo mi infeliz vida, mi cuerpo suspendido en el espacio y en el tiempo. Por mucho que intento moverme no avanzo más que unos centímetros a derecha e izquierda. Un leve bamboleo que me adormece, que me sume en un profundo letargo durante meses. Y durante ese tiempo sueño. Sueño en el que parece que soy feliz, en el que esa neblina se disipa y aparece el sol que calienta mi cara. Pero sé que un día, más temprano que tarde, despertaré y volveré a sentirme como hoy. Perdida, sin rumbo, con una vida sin sentido y sintiéndome triste. Tan triste que sólo quiero llorar. Derramar lágrimas por los meses de ensueño, por los días de dolor y por los futuros momentos de falsa felicidad.
Me he cansado de luchar todos los días. Me he cansado de inventar una vida que no existe ni existirá. Me he cansado de ser fuerte. Me miro al espejo y reconozco la más dolorosa derrota de mi vida. Me ha vencido. La luchadora incansable ha sido derrotada por la situación. No puedo más, necesito gritar, pero no sé cómo hacerlo. No sé cómo decirle a la gente a la que quiero y que me quiere, que me he roto por dentro. Seguramente lo sabrán cuando todo haya pasado. Seguramente no se lo contaré a nadie. Seguramente lucharé, como siempre en solitario, y aunque no venza, saldré de ésta sola, pues no sé hacerlo de otra manera.
Por primera vez en mucho tiempo no sé cómo va a acabar esta historia, no tengo un horizonte al que dirigirme, sólo multitud de pequeños puntos a los lejos que tal vez resulten mi felicidad, pero por primera vez, tal vez no.
¿Me estás oyendo? ¿Me estáis oyendo? ¿Alguien me oye?, grito sin parar, pues después de un largo monólogo, nadie me consuela. Creo que estoy hablando sola, y mientras me seco las lágrimas, comienzo a cerrar las ventanas. Cuando sólo me queda una rendija, alguien me contesta. Un gran alivio acuna mi corazón y me consuela. Es el viento, que me ha escuchado y ondea mi pelo diciéndome: “yo también estoy solo, no te preocupes.”
Decido no cerrar completamente mi ventana, porque quizá esta noche pueda volver a necesitarle.
ANDREA

2 comentarios:

  1. Cada brizna de aire helado,
    cada acícula de pino,
    cada insecto que hiberna bajo la hojarasca de otoño.

    Niegan la soledad.

    Cada noche de alcohol y amigos,
    cada hijo, cada padre,
    cada niña que corre sobre la hierba.

    Niegan el fracaso.



    Si supieras que no existe el fracaso.
    Si supieras que no existe la soledad.

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  2. La Felicidad existe,
    esta ahi...
    y esta deseando que la encuentren.

    La soledad tambien existe
    y hay que ser capaz de disfrutat de ella
    para apreciar la buena companía.

    En esta vida
    hay que escuchar el doble de lo que se habla
    de esta manera se puede escuchar
    todo lo que te dicen.

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