viernes, 14 de mayo de 2010

"La casa de Andrea"
Apoyada en la ventana, con las manos colgando hacia el exterior, miró pasar gente cuatro pisos más abajo. Me gusta observar cómo caminan: con prisa controlada, con desánimo, con estrés contenido, con indiferencia, con absoluta parsimonia, con tristeza y cabizbajos…
Así puedo pasarme horas, sin otro trabajo que imaginar sus vidas: unas llenas de experiencias y aventuras, otras monótonas y tranquilas, otras que comienzan a caminar sin nadie de la mano…, pero hoy alguien me llama la atención. No se diferencia mucho de los demás, podría haber sido cualquier otro, pero mi vista se detiene en él. Camina con decisión, con la vista clavada en el frente y acompasando todos sus pasos con el armoniosos movimiento de sus brazos. No es demasiado alto ni demasiado bajo, no es demasiado gordo ni demasiado delgado; en realidad no es demasiado nada, pero es él. Y esta vez no imagino su vida, imagino la nuestra.
¿Y sí le chistara desde lo alto de mi ventana? Tal vez, y sólo tal vez levantaría su mirar y me encontraría. Yo le haría un gesto para que subiera y le indicaría mi piso con los dedos de mi mano derecha. Él sonreiría y aceptaría mi invitación sin realizar el más mínimo gesto. A partir de ese momento todo iría rápido. Abriría la puerta, le invitaría a un café y en poco más de dos horas conoceríamos el uno la vida del otro y nos daríamos cuenta de que llevamos años buscándonos. Sin saberlo, hemos estado esperando al otro para llenar el vacío. Pronto se instalaría en mi piso y nuestra vida sería perfecta. Viajaríamos juntos, compartiríamos lo aburrido de nuestras rutinas y lo maravilloso de nuestras excepcionalidades. Seríamos la pareja con mayúsculas, esa con la que sueña todo el mundo, esa que te hace vibrar con el simple roce de sus dedos y que te da la tranquilidad de lo conocido en casa a tu vuelta del mundo real. Pasaríamos la vida juntos, sin separarnos más que lo mínimo y necesario para seguir siendo independientes dentro de nuestra dependencia, y yo, yo no volvería a ocupar mi tiempo mirando por la ventana a desconocidos, imaginando sus vidas y fantaseando con ese lugar al que podría ir pero no voy…
Mejor no le chisto, mejor le dejo seguir su camino. Creo que no es él, otra vez me he equivocado, otra vez he permitido que mi imaginación volase demasiado. Yo vivo aquí, entre estas cuatro paredes y nadie atravesará esa puerta mientras no esté preparada.
ANDREA

2 comentarios:

  1. Ya van cuatro y todos con la misma calidad...

    Vamos a por el quinto

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  2. Yo ya entré en la Intriga...¿los cuadros son bodegones independientes o hay una trama sutil que los entrelaza?, ¿los seres de la noche se darán la mano con románticas que viven en pisos cuartos o el viento del azar impondrá su negación?...¿los mendigos lectores abrirán caminos a conversaciones inesperadas con seres alados por la primavera que saben de patos y hielo?. En realidad ya importa poco, porque YA has creado el Deseo, ergo: ya has esparcido polvo de hada. Sigamos volando pues.

    Eso sí, en esta parte debo admitir que literariamente no me llega la imagen de alguien que pudiera chistar desde un piso tan alto...me aleja del contenido ensoñativo...me genera una idea socarrona: solo capturaría su atención con un sonoro y reverendo bocinazo, mari.

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