jueves, 20 de mayo de 2010

“La casa de Juan”
Sin apartar los ojos del cielo, sujetándome los párpados para no perderme ese instante, espero. Vas a llegar. Pasarás y me dirás adiós, o hasta luego, o hasta siempre. Tal vez no me digas nada, pero yo sonrío y espero.
Hace más de dos horas que las casa de enfrente decidieron cerrar los ojos, pero hoy la mía no quiere dormir, necesito esperarte, tengo que esperarte.
Llevo dos días esquivando el agujero que apareció ante mí cuando tu respiración se agotó, cuando decidiste que éste era tu final. Me he escondido durante todo este tiempo, me he engañado, pero hoy ya no quiero seguir jugando al gato y al ratón. Hoy voy a enfrentarme al dolor, pero necesito que me ayudes, abuelo. Necesito que me recuerdes que podré con él. Necesito que tu estrella ilumine esta oscura noche y me des las fuerzas suficientes para vencerle. Siempre he tenido miedo a la oscuridad, pero ya nunca más. Ahora te has convertido en mi estrella y ya nada temeré en la noche.
Sigo mirando desde la ventana para verte aparecer. Espero que me hagas alguna señal que me indique que eres tú.
Acabas de aparecer ante mis ojos y me has sonreído como siempre, me encanta tu sonrisa, siempre me ha gustado. Intento recordar alguna otra expresión en tu cara, y no la recuerdo. Creo que jamás he visto en ti otra expresión. Tal vez sí. Tal vez en estos últimos meses he visto otras expresiones, especialmente de dolor, pero prefiero olvidarlas.
Te devuelvo la sonrisa y me preguntas: “¿eres feliz?”. No sé qué contestarte pero mis labios han vuelto a sonreírte. Tú respuesta ha sido clara: “pues con eso me basta”, me has dicho, y nada más. Me has guiñado un ojo y te has ido. Y yo tampoco necesito nada más, sólo saber que estás ahí, iluminando mis noches de miedo y terror. No necesito nada más para cerrar las cortinas, bajar las persianas y enfrentarme a la oscuridad.
Muchas gracias abuelo.
JUAN

1 comentario: