miércoles, 19 de mayo de 2010

“La casa de Gloria”
Llevo demasiados día sin mirar por la ventana. La última vez vi algo horrible. No era mi imaginación. No era una película. No era un sueño. Ahí estaban, asomados a la ventana y discutiendo, pero me quedé petrificada. Sabía, intuía, imaginaba lo que iba a pasar, pero no hice nada, sólo miraba. Y hoy, mirando los restos de sangre en la acera, lo recuerdo todo.
Miraba como ella intentaba defenderse. Miraba como los ojos de él se encendía y la llama del odio recorría su cara. Miraba intentando buscar un aliado que me ayudará a reaccionar. Era demasiado tarde. Casi no había luz en la calle desierta y la poca gente que pasaba iba cabizbaja.
Debía de haber gritos, pero yo no los oía. En mi cabeza todo era silencio. Silencio absoluto y certeza de que debía hacer algo. Pero ya era demasiado tarde. Cuando cogí el teléfono, un golpe seco me hizo mirar a la acera. Y allí estaba. Intentaba moverse y yo, sin poder articular palabra, le decía que se quedará quieta, que ya venía a ayudarla. Le pedía perdón y le decía que estaban en camino. Que todo saldría bien. Que aguatara un poco más.
En ese momento me pareció oír su voz contestándome. ¿Quién era yo para pedirle que aguatara? Y tenía razón. Tal vez llevaba demasiado tiempo aguatando. En ese momento sólo una pregunta me cruzo la mente: ¿Y si hubiera hecho esa llamada de auxilio antes? ¿Y si no me hubiera quedado petrificada?
De todas formas quizá la había salvado. Estaría un tiempo en el hospital pero saldría de ésta. Sólo encontré un problema a mi mala justificación para paliar mi sentimiento de culpa. No podría volver a mirarla a la cara, no podría estar en paz porque yo la había fallado. Pero unos días después me la encontré, aún con restos que me recordaban y le recordaban el horror. Me saludo y en ese momento se echo a llorar en mis brazos. Me repitió mil veces la misma palabra. Esa palabra que hoy me martillea el cerebro y me impide mirar por la ventana. Me decía sin parar gracias. Y eso aún me hizo sentir peor. Tal vez las cosas que nos pasan tienen una razón superior que desconocemos. Tal vez ella necesitaba una ayuda y por mala que fuera la mía, era eso, ayuda. Una ayuda tardía, una ayuda lenta. Pero ella sólo necesitaba que alguien la viera para poder reaccionar. Tal vez por eso me dio las gracias y tal vez por eso yo deba sentirme menos mal. Tal vez por eso, yo deba volver a mirar por la ventana, porque algún otro puede necesitarme.
GLORIA

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