jueves, 13 de mayo de 2010

"La casa de Héctor"
Llego a casa, y como siempre la ciudad duerme. Siempre he dicho que parezco un roedor, pues mi vida con luz es insoportable, sólo la noche y la oscuridad me acogen y me dan la energía necesaria para continuar.
Miro por la ventana e intento descubrir a algún ser de mi especie, pero como todas las noches estoy solo. Sólo la oscuridad me responde al otro lado del cristal. Comienzo a bajar la persiana, Y un rayo de luz detiene mi mano. Alguien está despierto y necesito sentirle, sentir que estoy acompañado, sentir que esta noche alguien velará por mí.
Ante mi sorpresa, una voz desde el otro lado de la calle me llega con total claridad. "Hola", me dice. Una palabra sencilla, vacía de artificio y plagada de empatía. Yo contesto con el mismo hola, y no necesito nada más.
Pasados unos segundos, esa voz, que debe pertenecer a alguien, alguien con quien tal vez me he cruzado por la calle, alguien a quien tal vez en algún momento he prejuzgado, vuelve a dirigirse a mí. "Me estoy volviendo loco", digo. Pero esa voz me contesta que no, que los seres de la noche hablamos sin vernos, hablamos sin conocernos, sencillamente hablamos y nos comunicamos.
Esa voz neutra, pues sería incapaz de identificar su sexo o edad, comienza a contarme su vida. Una vida sencilla y sin alharacas, una vida llena de amor pero sin grandes gestos, una vida corriente y no por ello menos intensa, feliz y especial. Y entonces deseo ser ella, deseo convertirme en ella, o tal vez acabo de enamorarme de esa voz. Y se lo digo, sin tapujos, sin imposiciones sociales, sin las tonterías que rigen el mundo. Acabo de conocerla hace tan sólo unos minutos y ya la quiero. Como un niño, sin miedo al rechazo, grito: "Te quiero", y esa voz me responde lo mismo.
Yo le cuento mi vida y la acepta sin juzgarme. No hay dobles intenciones en sus preguntas. Quiere saberlo todo, cada detalle, cada pequeña anécdota, cada momento vivido sin ella. Por primera vez puedo ser yo, no hay mentiras ni omisiones. Todo está dicho y me siento liberado, me siento feliz de tenerla a mi lado.
Comenzamos a hacer planes de futuro como dos adolescentes que acaba de descubrir el amor. Yo le digo que quiero viajar, conocer mundo, hacer grandes cosas, pero ella me responde que los grandes viajes no están fuera, a kilómetros de distancia, sino dentro de nosotros, que las grandes cosas las hacen los mediocres, que necesitan el reconocimiento de los demás. Esa voz que me tranquiliza, me dice que la cosa más grande que se puede hacer en el mundo es ser feliz. Que esa no hay que mostrarla, es en sí misma y sólo uno la vive, la siente, la ve y la comparte, nunca la enseña. Y sé que tiene razón. He perdido mucho tiempo buscando la felicidad en los lugares equivocados. La he buscado en sitios y esquinas fuera de mí, pensando que no la encontraba porque alguien me la había robado y la había tirado lejos, muy lejos. Pero el único ladrón soy yo, y ahora lo veo. Está aquí, en mí y sólo tengo que darle los buenos días cada mañana para sentirla.
El primer rayo de sol interrumpe nuestra conversación y la magia se acaba. Ya no la oigo pero sigo sintiéndome feliz. Puede que mañana vuelva a escucharla y puede que mañana vuelva a enamorarme de ella, o tal vez no, pero hoy no me importa.
HÉCTOR

1 comentario:

  1. Hay tanta gente que necesita ese reconocimiento continuo por parte de los demas...que eso les hace ser mediocres, no son nada por ellos mismos, pero Hector se da cuenta a tiempo de que todo lo importante esta dentro de uno mismo. Me alegra que haya despertado.
    A por otra casa...

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